Desde luego, escribir en este blog o en el otro es una de las cosas que me llenan de satisfacción. Hacer por el placer de hacer, no tiene precio. No buscar una finalidad, tan sólo dejarse llevar, lo considero fundamental. Porque en última instancia, es el corazón el que me dice qué es lo que he de hacer. Por eso catalogar las cosas como buenas o malas no es acertado, quizá lo acertado sean los términos "adecuado" y "menos adecuado". Lo que ocurre en mi vida es sólo circunstancial. Todo pasa antes o después, lo importante es vivir esa situación siendo consciente de que es inherente a mi propia existencia, lo cual no implica que me tenga que resignar, aunque sí es adecuado que sepa aceptarla y después soltarla.
En la vida hay momentos para todo. No puedo evitar que sucedan pero sí que puedo decidir cómo quiero vivirlos.
He estado alejado un tiempo de mi rutina diaria y he podido percatarme de que cuando yo soy yo, no importa dónde esté, no importa con quién esté, lo único que verdaderamente importa es que en esos momentos en los que soy yo es cuando realmente estoy viviendo, no ya el momento, sino mi propia vida.
Vivir la vida de otra persona es muy cansado y nada adecuado. Vivir la propia vida puede ser arriesgado pero es lo que mas alegrías proporciona. Vivir siempre fue arriesgado, sólo hay que retroceder en el tiempo, pero una vida sin riesgo se hace monótona. No hablo de riesgos que pongan en peligro la propia existencia, hablo de atreverse a vivir lo cotidiano, lo sencillo.
Es de noche y estoy tumbado mirando el cielo. Estoy en un lugar privilegiado. La contaminación lumínica es escasa y puedo apreciar las estrellas como nunca. ¿Qué más puedo pedir?.