Era un maestro afamado. Su celebridad se había propagado de tal manera que muchos eran los que acudían a visitarlo y a escuchar sus enseñanzas. Disponía de un lugar de meditación en el himalaya. Todos los atardeceres se reunían con sus numerosos discípulos y visitantes y los instruía en las enseñanzas sagradas; también proporcionaba mensajes místicos, técnicas liberatorias y consejos espirituales. Tenia el don de la palabra y se hacia entender incluso por los mas incultos. Pero él mismo no era ni mucho menos un ser liberado. Tenia conocimientos y sabia impartirlos, pero no había hallado la liberación definitiva. Gozaba de mas fama que se sabiduría absoluta.
Cierto día llegó un hombre a escuchar sus enseñanzas. Pero cada vez que el maestro daba explicaciones, el hombre tenia que preguntar y preguntar, porque no entendía el mensaje del maestro, no comprendía las técnicas, no asimilaba la enseñanza, así un día y otro día, interrumpiendo al maestro, perturbando a los otros aspirantes, no habiendo manera de ensanchar su entendimiento y hacerlo comprender.
El maestro estaba desesperado. Se reunió con algunos de sus mas intimos y cercanos discípulos y los consultó a propósito de lo que estaba sucediendo. Los discípulos declararon:
-Ese hombre es un necio, un gran ignorante. Te aseguramos que no va haber quien le haga entender.
Pierdes el tiempo con él. Lo único que consigue es sembrar dudas en los otros aspirantes. Lo mejor es pedirle que se vaya.
El maestro convino con sus discípulos. Llamó al hombre y le dijo que no estaba maduro para seguir la vía espiritual y que había de partir lo antes posible. El hombre así lo hizo.
Pasaron los años. Un día, el hombre necio regresó hasta el lugar de meditación del maestro. Venia acompañado por numerosos criados; vestía de ropas mas caras y traía fabulosos regalos para el maestro y los discípulos de éste. Era muy rico, y nada mas verlo todos se dieron cuenta de ellos. El maestro le dijo:
- Enhorabuena. Veo que has prosperado mucho.
Pensó para sí: Aunque en la vida espiritual era un desastre, se ve que no ha sido del todo tonto en la esfera de los negocios.
El acaudalado hombre dijo:
- Maestro, todo ha sido gracias a ti.
El maestro sintió su ego henchido de placer, máxime cuando todos los presentes pudieron escuchar tal declaración. No cabia de orgullo en sí mismo. Picado por la curiosidad, preguntó:
- Bueno, amigo, y qué has hecho estos años, a qué te has dedicado?
El hombre contestó:
- He hecho simplemente lo que tú. Las enseñanzas e instrucciones que escuché de ti las di a otros.
Eso ha sido todo: nada más.
jueves, 28 de febrero de 2008
Siguiendo las instrucciones del maestro
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Precioso cuento y muy aleccionador para muchos de nosotros.Nunca nada es loque parece ¿verdad? y sobre todo cuando el ego está de por medio.
Bienvenida a tu blog. Me ha alegrado mucho verte aqui.
Un beso
Nada, nada es lo que parece.
No es necesario tener a un maestro para encontrar la propia paz.En caso de no encontrar un maestro o un guía que sea uno mismo quien encienda su propia luz.
Como siempre encantada de estar a tu lado.
Y yo te lo corroboro (no hay manera de que te haga la contra ¿eh?).Krishnamurti dijo: "No me sigais". Lo aleccionaron desde muy joven porque creían que era el nuevo mesías y el quiso romper con todo eso, con esa frase tan certera y directa. Por eso, como tú bien dices "no es necesario tener a un maestro para encontrar la propia paz". Bellas palabras, muy bellas.
El encantado soy yo
Publicar un comentario