jueves, 3 de enero de 2008

Esta noche mi niño ya no caerá más en el olvido


"Esta historia pertenece a mi otro blog pero quería que estuviera en este también"

Te voy a contar una historia cargada de sentimientos, cargada de tristeza y de inocencia. Nadie hasta ahora la había oido. Tu vas a ser la primera en escucharla, pero escúchala con el corazón porque es la única manera de entenderla. Es la historia de un niño que vivía en un castillo de arena; es una historia real.

"Nació en una familia humilde y ya desde muy pequeño empezó a saber lo que era estar solo. Sus padres, en su afán de protegerlo le negaban todo lo que los demás niños tenían sin apenas pedirlo.

Subido a una silla, con tres años miraba por la ventana a otros niños de su edad jugar en la calle y se preguntaba, no sin cierta tristeza e incomprensión, por qué el no podía salir a jugar con ellos.

Conforme pasaba el tiempo y crecía sabía que no era como los demás porque los demás iban a sitios donde a él sus padres no le dejaban. Los demás iban de excursión y él no, los demás iban a hacer karate y él no, los demás tenían una bicicleta y el no. El no era como los demás. Sus padres no lo dejaban. Y así este niño empezó a crear un mundo a parte del de los demás, un mundo interior, un mundo con paredes de arena…

En su mundo todo era fantástico, no existía el dolor, no existía la realidad, todo era perfecto, ya no necesitaba amigos. Tenía unos tebeos, tenia unos juguetes que desarmaba para ver cómo funcionaban… y se tenía a si mismo, aunque esto le causaba más problemas que beneficios.

Para cuando sus padres le dejaron más libertad este niño era ya un niño con muchos miedos pero con un gran corazón. Era capaz de ponerse en lugar del que sufría y hacia suyos los sufrimientos de los demás. Aun así y haciendo un gran esfuerzo empezó a jugar con otros niños, empezó a saltarse las normas de sus padres, empezó a ser un rebelde, un intrépido muchachito de ocho años. Dejó de tener miedo pero no dejó de tener el instinto del lobo solitario. Olía el peligro antes que los demás, se anticipaba, era rápido como el viento y, dentro de su pseudolibertad, empezaba a ser feliz.

Aunque los castigos eran severos (un día fue golpeado por uno de sus progenitores con una goma de tubo de un metro en el costado y se le quedaron unos hematomas que tardaron en desaparecer un mes) el siempre se mostraba desafiante, porque ansiaba ser libre y no quería volver a su castillo de arena. Pero un día vio como unos niños se reían de su padre. Si, estaba claro que a su padre le pasaba algo y entonces otro niño se lo dijo: tu padre está borracho. Ese día el cielo cayó encima del niño, la tristeza asomó en su ojos y otra vez y con el alma encogida volvió a recluirse en su castillo. Dejó de salir a la calle y pasaron años y años. Solo salía para ir a la escuela y para jugar, pero jugaba con miedo, miedo a que su padre viniera bebido y los niños se burlaran de él. Y ese niño empezó a correr y correr para evitar ser alcanzado por las burlas de los demás. Corría con tanta rabia que no había ningún otro niño que pudiera alcanzarlo en una carrera en el colegio o en la calle. Adquirió resistencia y era capaz de pasar horas corriendo sin parar. Esto de correr le sirvió más adelante y ganó muchas carreras. Nunca llegaba tarde a ningún sitio, solo tenía que correr y correr…

Cuando murió su padre aquel niño respiró aliviado porque ya podría salir con tranquilidad a la calle, ya no se burlarían más de él. Años después lloró amargamente porque se dio cuenta de que había perdido a ese padre. Le pidió perdón en sus oraciones y le dijo desconsolado que estaba muy avergonzado por haberle dado la espalda, que ahora ya no podría darle un beso pero que siempre estaría en su corazón… Esa noche el niño durmió entre sollozos y recuerdos y sobre todo con la esperanza de ser perdonado…"


Ese niño es el que ahora te está escribiendo y ahora también está llorando con el corazón encogido, ese niño ha estado mucho tiempo escondido y esta noche le he tendido una mano, esta noche voy a jugar con él y a decirle que no tenga miedo que aquí estoy yo para cuidar de él y que nunca más volverá a estar solo y que ya puede sonreir y abrir los ojos porque ya nadie más le va a hacer daño. A partir de esta noche a ese niño no le va a faltar nada. Esta noche los dos volveremos a ser uno, esta noche mi niño ya no caerá más en el olvido.


Mi querida amiga, mi niño y yo te agradecemos lo que has hecho por nosotros y los dos te pedimos que tú también te acuerdes de tu niña, que la mimes y que la quieras y que nunca la abandones porque ella necesita de ti tanto como tú necesitas de ella.

2 comentarios:

Anna dijo...

Antonio;

He de confesarte que no había leído este texto, lo he hecho ahora.

Gracias primero por compartir algo tan doloroso, porque es doloroso.
Si has conseguido perdonarte a ti mismo, ya tienes medio camino hecho.
Es un buen consejo...mimar al niño/a que todos llevamos dentro y olvidamos que forma parte de nosotros.

Un beso y ya sabes donde estoy.

Cuídate mucho.

Antonio dijo...

Gracias Anna.Fue doloroso hasta hace poco pero ahora todo empieza a cambiar. La vida es cambio, la vida se renueva a cada instante y lo que sí que llega a ser doloroso es no darse cuenta de que en esos cambios tenemos la opción de perder o de ganar y que por costumbre o por miedo casi siempre elegimos la opción que más nos perjudica. Va siendo hora de que elijamos lo mejor. ¿No crees?